El Ministerio de Defensa del Reino Unido apunta a que esta decisión bien podría deberse a la escasez de armamento en los arsenales de Moscú. Al miedo a la oscuridad en medio de ataques rusos a la infraestructura energética los ucranianos han tenido que sumar otro pánico: el nuclear. Y Moscú lo está materializando aunque, por ahora, sólo sea de forma más o menos ficticia. Según denuncia Kiev, Rusia está disparando contra su país misiles cuyas cabezas nucleares fueron retiradas previamente. Esta decisión, creen expertos, puede estar relacionada con la merma de armamento en los arsenales de Rusia, que recurre a compras de armamento extranjero para mantener sus operaciones en Ucrania.
La Inteligencia militar británica se sumó al coro de voces que han llegado a esta conclusión. De acuerdo con la agencia Reuters, el Ministerio de Defensa del Reino Unido publicó fotos de la chatarra de un misil de crucero soviético disparado contra Ucrania. Este modelo específico, han añadido, se diseñó en la década de los 80 para integrar una ojiva nuclear. Pero, en el caso del que impactó en suelo ucraniano, sospechan que dicha cabeza nuclear fue sustituida por un lastre para mantenerlo estable.
«Cualquiera que sea la intención de Rusia, esta improvisación resalta el nivel de agotamiento de las existencias de misiles de largo alcance de Rusia», señaló en su informe el Ministerio de Defensa británico. «Es casi seguro que Rusia espera que esos misiles funcionen como señuelos y desvíen las defensas aéreas ucranianas», añade. Esta amenaza se complementa con los enjambres de drones, de factura iraní, que están dificultando la acción de los sistemas defensivos ucranianos.
Sin la ojiva, el daño que puede producir un misil de este tipo se limita a la respuesta cinética y a la deflagración que puede desencadenarse al incendiarse el combustible sobrante. En consecuencia, sus efectos son harto menos destructivos que los de un temido ataque nuclear, una posibilidad con la que el Gobierno ruso ha coqueteado casi desde el principio de la invasión para presionar a sus enemigos. Hoy se teoriza sobre qué línea roja rusa, de sobrepasarse, podría desatar una respuesta atómica.
A mediados de este mes, Ankara acogió de forma inesperada una reunión entre los principales jefes de la Inteligencia de Rusia y EEUU. Hablando bajo condición de anonimato, una fuente de la Casa Blanca confirmó el encuentro entre Sergei Naryshkin, responsable del servicio extranjero SVR, y William Burns, director de la CIA. Este primer encuentro de alto nivel cara a cara desde el inicio de la invasión tuvo en la agenda, como elemento central, la persistente amenaza nuclear.
«Está trasladando un mensaje sobre las consecuencias del uso de armas nucleares por parte de Rusia, y sobre los riesgos para la estabilidad estratégica de una escalada…También abordará los casos de ciudadanos de EEUU injustamente detenidos», abundó dicha fuente poco antes de la cita. De los resultados de aquel encuentro, que se celebró en el secretismo más absoluto, poco se ha sabido. La única evidencia es que la guerra sigue adelante y la diplomacia está mayormente ausente.
Al menos seis personas resultaron heridas en un ataque este sábado contra la ciudad central de Dnipro, situada a orillas del Dniéper. Los proyectiles provocaron un incendio en una zona residencial, que dejó calcinadas siete casas. Algo más al sur, en Jersón, la luz comenzó a hacerse después de semanas de incertidumbre y oscuridad. «Primero, suministraremos energía a la infraestructura crítica de la ciudad, y luego inmediatamente a los hogares», explicó el subdelegado del Gobierno, Kyrylo Tymoshenko.
Desde que las tropas ucranianas recuperaron la localidad tras el repliegue ruso, el 11 de noviembre pasado, Jersón, ha estado sumida en la incertidumbre y una precariedad peligrosa. Desde el nueve de este mes, cuando se completó la salida de tropas rusas tras dejar la ciudad repleta de minas, al menos 32 civiles han muerto. Aparte, los ataques con proyectiles no han cesado. Fuentes policiales ucranianas aseguran que han peinado 450 hectáreas de la provincia, y han desactivado cerca de 3.500 explosivos plantados.