Después de tres años encerrada en la prisión del Covid cero, China va dando pasos cada vez más grandes hacia una pronta reapertura, liberando a la población del yugo de muchas de las restricciones más duras que parecían inamovibles hasta ahora. Si a principios de noviembre Pekín comenzó a girar despacio algunas fichas que apuntaban a una relajación, las protestas contra las eternas políticas de confinamientos masivos han adelantado el entierro de algunas importantes medidas de control. Este miércoles, tras una reunión del Politburó del gobernante Partido Comunista Chino (PCCh), el Consejo de Estado ha esbozado las nuevas instrucciones que van encaminadas hacia un horizonte en el que el gigante asiático finalmente aprenderá a convivir con el virus justo cuando el país está lidiando con su mayor ola de infecciones

CUARENTENAS EN CASA

Se terminan las masivas cuarentenas centralizadas. Fin de la que probablemente era la política más impopular porque arrastraba a los ciudadanos, algunas veces a la fuerza, fuera de sus hogares y separaba a las familias, incluso a los menores del abrazo de sus padres. Ahora, quien de positivo en Covid y sea asintomático, o tenga síntomas leves, puede aislarse en casa durante siete días sin necesidad de ser llevado a un hotel o a uno de los muchos mega centros que se han ido levantando por todo el país.

La misma directriz cae sobre los contactos más estrechos de los positivos, que podrán encerrarse en casa durante cinco días en lugar del requisito anterior de pasar ocho días en aislamiento, primero en una instalación central y luego en casa.

FIN DE LOS BLOQUEOS MASIVOS

Durante los últimos años, hemos visto cómo en el país asiático se cerraban ciudades enteras con millones de habitantes por un puñado de casos. Se han bloqueado vecindarios enteros porque algún vecino había sido contacto cercano de un positivo. Y a mucha gente se la encerró en casa, sellando sus puertas con vallas, porque había pasado por un centro comercial donde el día anterior había estado un infectado.

Esos extremos se terminaron. Los complejos residenciales ya no pueden sellarse totalmente. En las designadas áreas de alto riesgo se podrá bloquear un piso entero o únicamente la vivienda donde se concentre el caso positivo. Ahora está por ver si los asustadizos comités de los barrios siguen las nuevas instrucciones. Durante toda la pandemia, estos comités, integrados por voluntarios y funcionarios locales de bajo nivel, concentraron hasta más poder que la policía y decidían arbitrariamente confinar urbanizaciones enteras si se había reportado algún contagio cerca de allí.

La nueva política aprobada este miércoles también enfatizó en que se deben proporcionar servicios sociales y médicos básicos después de que se hayan reportado varios episodios de suicidios bajo los encierros o personas que murieron durante los confinamientos sin poder ser atendidas a tiempo.

MÁS ANTÍGENOS Y MENOS PCR

Las cabinas de pruebas PCR se han convertido en un aditamento más del paisaje urbano de China. Están por todos lados. En ciudades como Pekín o Shanghai, por orden de las autoridades sanitarias, estos puestos de testeo masivo tenían que levantarse a menos de 15 minutos a pie de todos los residentes. En las grandes urbes había que abrir la boca cada 48 o 72 horas para que un funcionario con visera y engalanado con un traje de protección contra materiales peligrosos frotara el hisopo por la garganta.

Poco a poco, algunas de estas cabinas van desapareciendo y se concentrarán sobre todo en las áreas de alto riesgo, es decir, donde se reporten casos. En su lugar, se extenderá el uso de las pruebas de antígenos, denostadas hasta ahora en China porque las autoridades no se fiaban de los falsos negativos resultantes y porque los resultados de la prueba no se podían registrar de igual manera en el sistema centralizado de muestras con el que se hace la criba con las PCR.

CÓDIGOS EN EL MÓVIL

Un par de meses después de que estallara el primer brote en la ciudad de Wuhan, las autoridades sanitarias decidieron clasificar a los ciudadanos por colores: rojo, amarillo y verde. Se trataba de una aplicación pionera que dotaba al usuario de un código QR dividido en estos tres niveles e integrado en WeChat (el WhatsApp chino) y Alipay, la app de pago de Alibaba. En todo este tiempo, prácticamente en todos los lugares públicos en China ha sido obligatorio escanear el código, que envía una notificación a una base de datos de seguimiento, que monitoriza al usuario.

En el caso de que, por ejemplo, en el restaurante donde cenó anoche se hubiera reportado un caso positivo, enseguida las autoridades recibían los datos de todos los clientes que compartieron espacio con el infectado gracias a la información del QR. Entonces, el código de sus móviles pasaría a ser rojo y eso les conduciría a una larga cuarentena. Probablemente, todos los residentes del barrio donde se encontraba el restaurante, también se levantarían con el código rojo o amarillo porque el área se calificaría de alto riesgo.

Así funciona un sistema de códigos que también se ha visto sacudido por las nuevas instrucciones: las personas ya no necesitan mostrar el código verde con la prueba PCR negativa para para viajar entre provincias o para ingresar en lugares públicos, excepto en hospitales, escuelas y residencias de ancianos.

MÁS VACUNAS

Las autoridades han anunciado que acelerarán la campaña de vacunación para las personas mayores. En China hay cerca de 85 millones de mayores de 60 años que no han recibido la tercera dosis de refuerzo. Y solo el 65,8% de los mayores de 80 años cuenta con la pauta completa de la vacuna.

El año pasado hubo pequeños conatos de protesta cuando en algunas provincias se intentó exigir la obligatoriedad de presentar un certificado de vacunación para entrar a edificios de oficinas, supermercados o al metro. Pero con la resistencia popular ante el mandato, sobre todo de los más mayores, las autoridades sanitarias nacionales instaron a los gobiernos locales a corregir la medida, pidiendo que la vacunación continuara siendo voluntaria.

En China se ha ofrecido a los abuelos seguros gratuitos para que se les borre algo el miedo a los pinchazos. Incluso en Pekín se les trató de incentivar con cheques de 50 euros por dosis, o regalándoles huevos y papel higiénico en los supermercados.

Además del rechazo a las vacunas de los más mayores, otro problema que enfrenta el país es con la calidad de sus sueros. La segunda potencia mundial cuenta con nueve vacunas desarrolladas a nivel nacional aprobadas por los reguladores. Incluso hay un suero que se inhala y que ya se ha empezado a probar en Pekín y en Shanghai. Pero ninguna de las vacunas se ha actualizado para controlar a la variante ómicron y a sus subvariantes más contagiosas. Además, las autoridades siguen sin dar luz verde al uso de alguno de los sueros ARNm fabricados en el extranjero que, según los ensayos clínicos, son más efectivos contra las infecciones graves por ómicron.

RESTRICCIONES QUE SE MANTIENEN

China es la única gran economía que continúa aislada del mundo. Lleva con sus fronteras cerradas desde marzo de 2020. Los únicos movimientos de relajación que hubo en esa dirección se aprobaron a principios de noviembre: la cuarentena de entrada al país -limitada a ciudadanos chinos y extranjeros con permiso de residencia, con visa de negocios o de estudios- se redujo de siete a cinco días, seguida de tres días de aislamiento en el hogar.

Esos viajeros ahora pueden entrar en China con una PCR negativa dentro de las 48 horas antes del vuelo, y no con dos como se requería anteriormente. También el país se abre a más vuelos internacionales, y las compañías no sufrirán un castigo de cancelaciones si en esos trayectos se reportan casos positivos. Una medida que se traducirá en vuelos más baratos al gigante asiático.