Kevin López tenía 19 años cuando se marchó de Villa El Triunfo, su pequeño pueblo en el sur de México, porque sabía que allí no había demasiado futuro.
Estudió, empezó a trabajar y formó su propia familia en el estado de Quintana Roo, el que acoge los archiconocidos enclaves turísticos de Cancún y la Riviera Maya. Pero en 2022, tras 12 años fuera, decidió regresar a casa.
Quería reunirse de nuevo con sus famiiares. Pero lo que le ayudó a decidirse del todo fueron las oportunidades que vio abrirse en torno al famoso Tren Maya, que cuenta en El Triunfo con una estación que tiene a esta pequeña localidad de 5.500 habitantes, literalmente, patas arriba.
El megaproyecto insignia del presidente Andrés Manuel López Obrador, del que este 15 de diciembre se inauguró un primer tramo, aspira a impulsar el desarrollo económico de las regiones más pobres en el sureste de México como esta.
Pero también recibió duras críticas por su impacto ambiental sobre ecosistemas naturales y por haber triplicado su presupuesto inicial —con cargo a las arcas públicas— hasta superar los US$28.500 millones.
Kevin consiguió trabajo en El Triunfo durante la construcción del tren. Pero es tal la expectativa que existe sobre la revolución que supondrá aquí el proyecto, que dejó ese empleo para llevar a cabo su gran sueño: abrir su propio restaurante, un local de mariscos con una terraza de grandes mesas, luces y equipos de sonido como nunca antes se había visto en este pequeño poblado agrícola y ganadero
“En el pueblo todo el mundo está viendo a ver qué puede hacer. Los terrenos que antes se vendían por 20.000 pesos (US$1.160), ahora se venden por más de 100.000 (US$5.800). De una manera u otra, se sabe que algo viene”, pronostica el joven.
Pueblo ferrocarilero
La vida en este pueblo todavía transcurre lenta y tranquila, apenas alborotada por los camiones que lo atraviesan cargados de materiales y los ruidos de las obras de construcción del tren que se prevé llegue aquí el 31 de diciembre.
Bajo un calor húmedo que supera por mucho los 30 grados, El Triunfo está casi al fin del estado de Tabasco y no lejos de Guatemala. Para llegar a la cabecera de Balancán, el municipio al que pertenece, hay que recorrer hasta 40 minutos en auto.
Puede resultar sorprendente que una estación del Tren Maya esté ubicada en este lugar remoto, que no cuenta con ambulancia y que apenas tiene un cajero automático que acumula largas filas en días de cobro y cuando el dinero disponible se suele acabar en menos de 12 horas.
Pero lo cierto es que la relación de El Triunfo con el tren viene de lejos.
Por aquí pasaba el ferrocarril de pasajeros que funcionó durante la segunda mitad del siglo pasado. Realmente, es debido a esa vía y aquella antigua estación que nació el pueblo en sí: primero se asentaron trabajadores del tren, después madereros y ganaderos o agricultores que transportaban en él sus mercancías.
De hecho, los pobladores más antiguos dicen que el nombre del pueblo se debe a que era un triunfo contar con aquel valioso medio de transporte. Otros bromean diciendo que lo bautizarían así porque es todo un triunfo llegar hasta este lugar tan apartado.
Sea como fuere, aquellas décadas de gloria en las que el pueblo llegó a tener hasta el doble de habitantes que ahora se esfumaron.
Los trenes de pasajeros dejaron de circular en México a finales de los 90 y con ello comenzó la decadencia de El Triunfo. No solo los vagones desaparecieron: también la mayoría de sus jóvenes que comenzaron a migrar del pueblo en busca de trabajo y oportunidades.
“Cuando el ferrocarril dejó de funcionar, se vino abajo todo. Ahorita con la llegada del Tren Maya esperamos volver a tener aquel mismo auge que tuvimos”, dice esperanzada María de los Ángeles Moguel, coordinadora de servicios municipales.
El delegado municipal de El Triunfo, David Alberto López, tampoco oculta su entusiasmo y expectativa por lo que se viene. Cree que el tren mejorará la comunicación de sus vecinos y comunidades cercanas para, por ejemplo, trasladarse a hospitales en ciudades que ahora quedan a horas de viaje por carretera.
Pero, sobre todo, cree que mejorará la economía en el pueblo con la llegada de turistas y apertura de negocios. “Esperamos que sea un detonador para el progreso de El Triunfo”, avanza.
“Y va a traer mucho trabajo. Ya empresas están buscando terrenos, porque esto va a explotar. Quizá no en los primeros días, pero sí en unos años”, apunta Marco Antonio Mendoza, vecino nacido en El Triunfo.
Sobre las numerosas críticas ambientales que pesan sobre el proyecto en las zonas donde el trazado se abrió en plena selva y sobre cuevas subterráneas, los responsables municipales de El Triunfo dicen no haberse visto afectados dado que la vía férrea aquí ya existía.
Además, destacan que gracias al programa gubernamental Sembrando Vida hubo una importante reforestación de su área.
“Yo, si fuera afectada, diría que habría que hacer un estudio profundo y ver qué otras alternativas había para no causar daño. Pero somos un país tan rico en selva, cenotes… que sí duele, pero a veces hay que sacrificar algo para obtener otra cosa. Se afectó, pero se va a beneficiar a más personas”, opina Moguel.
Primeros efectos
Pero ¿qué puede hacer un turista cuando llegue en tren a un lugar como El Triunfo? En la delegación municipal enfatizan todos los atractivos que hay en los alrededores: las cascadas y ruinas de Moral-Reforma —que contarán con un nuevo centro de atención a visitantes—, los manglares rojos del río San Pedro…
Lo que ocurre es que, a día de hoy, el visitante que llegue a la estación del pueblo no tiene cómo llegar a esos atractivos ni cuenta con servicios. Y muchos de ellos desconocerán que existen por la falta de información turística y difusión que hay sobre esta zona.
“Todavía estamos verdes en todo eso, se necesita mucha inversión”, reconoce Moguel. “Pero tengo entendido que ya se están proyectando las rutas para mover el turismo”, dice sin poder entrar en detalle.
A la espera de ver el impacto del tren en El Triunfo cuando entre en funcionamiento, lo que es innegable es que su proceso de construcción ya causó efectos evidentes en el pueblo.
Los trabajadores de empresas relacionadas con el proyecto contribuyeron a que el hotel San José, que era el único que funcionaba en El Triunfo, aumentara de 8 a 12 sus habitaciones, las cuales casi siempre están ocupadas.
Ahora, ya se construyen otros cuatro hoteles en la localidad y los propietarios de varias casas abandonadas las recuperaron para ser alquiladas. “Creo que habrá suficiente demanda para todos”, pronostica Lucrecia Sánchez, propietaria del San José.
Y hasta ahora, la principal responsable de esta afluencia de personas llegadas de fuera del pueblo fue “la fábrica de los chinos”, como aquí se la conoce popularmente.
Se trata de una factoría ubicada a las afueras del pueblo, dirigida por un consorcio empresarial chino-portugués contratado por el gobierno mexicano y que se encargó de fabricar los más de 400.000 durmientes o traviesas de la vía del tramo 1.
En su momento de mayor actividad, llegó a tener más de 800 trabajadores divididos en tres turnos, de los que el 90% fueron contratados en El Triunfo y sus alrededores.
Ahora, ya en la recta final del proceso, la plantilla es menor, pero los operarios seguían trabajando hace unos días en el minucioso proceso que va desde el cortado de cables de tensión hasta el pulido final de las piezas de concreto.
“México no ha desarrollado ninguna vía férrea en décadas, así que trajimos de China la tecnología de producción y a técnicos para capacitar a los trabajadores locales, ya que esto es algo nuevo para una zona agrícola-ganadera y sin industrias”, explica el gerente de recursos humanos de la fábrica, Wenjing Ma, a quien todos aquí llaman “Jimmy”.
“Pero los mexicanos aprenden rápido, son muy trabajadores y hemos tenido una buena relación”, agrega. Hace unos meses, sin embargo, la plantilla realizó un paro en protesta por cuestiones relacionadas con sus pagos y las condiciones de seguridad y salud, aunque se acabó llegando a un acuerdo.
El otro 10% de trabajadores de la fábrica son ciudadanos venidos de China, que viven en un residencial en el propio terreno de la planta y no se relacionan con El Triunfo.
“No es que estén encerrados, es por cuestión de seguridad y por la barrera del idioma”, asegura Ma.
En el pueblo aún recuerdan cuando un par de ellos se acercaron al parque a jugar a fútbol, lo que atrajo la curiosidad de casi todos los vecinos. Pero ya no los volvieron a ver.
Quejas y expectativas
Mientras la fábrica de durmientes aminora su velocidad, donde se trabaja a contrarreloj es en la construcción del edificio de la estación de El Triunfo de cara a la inauguración de este tramo a finales de año.
Para construir la nueva vía fue necesario levantar un terraplén, que en la práctica dejó casi dividido al pueblo. Las molestias de las obras y los daños causados por camiones y maquinaria sobre alguna de las calles provocaron las protestas de vecinos, que piden mejoras en los pasos peatonales y de vehículos realizados en torno a la nueva vía, en el drenaje y la pavimentación de vías.
“Cuando hay un gran proyecto, vienen unas mejoras para tu pueblo. Hay quejas de algunas personas y otras que lo entienden, que son pacientes y que saben esperar porque este será un beneficio real”, opina Rosa Giselle Silván, auxiliar de obra en la estación del tren.
Esta ingeniera ambiental de 27 años y vecina de El Triunfo asegura ser una de las pocas que ha conseguido siempre trabajo sin tener que abandonar el pueblo. “Ahora, que se han hecho tantas contrataciones, muchos conocidos regresaron”, dice.
Aunque las mayores quejas en El Triunfo han sido históricamente los constantes cortes en el suministro de luz y agua.
Siempre han existido, especialmente en los meses de más calor, pero algunos vecinos se preguntan si las obras del tren influyeron en el problema y cómo se podrán preparar ante la ansiada llegada de turistas.
José Alfredo Sarao, de la taquería Don Santo en el parque central de El Triunfo, resta importancia a las críticas y asegura que, desde que llegan los trabajadores del tren, sus ventas aumentaron prácticamente al doble.
“Esto es lo mejor que le puede haber pasado a este pueblo. Va a haber más movimiento y para nosotros es una bendición, porque muchos lugares lo quisieron tener. Va a ser como una bomba, yo le tengo fe”, dice mientras prepara unas quesadillas y la potencia de la luz de su puesto comienza a disminuir por segundos. “Sí, esto pasa mucho”, admite resignado.
Sentadas en una banca del parque que sirve como centro neurálgico del pueblo, dos amigas saborean una paleta mientras conversan sobre el tema.
“Las obras han ocasionado perjuicio, porque las calles quedaron intransitables, se rompieron, con lodo… pero tenemos esa fe de que después todo va a quedar muy bonito, porque si no, ¿cómo vamos a atraer al turismo?”, se pregunta Eugenia Euán, maestra de preescolar.
Los responsables de El Triunfo ya fantasean con todo lo que les gustaría ver en el pueblo. “Una plaza comercial, un jardín, un museo, un hotel de varias estrellas… y sentirnos orgullosos de nuestra villa. Esto es el cambio de El Triunfo, es el cambio de lo antiguo a lo moderno”, dice su delegado municipal López.
Junto a su oficina, un vecino sale murmurando molesto del único cajero automático. Una bajada en la potencia de electricidad lo ha dejado temporalmente sin servicio.
El Triunfo sueña con resucitar como el pueblo ferrocarrilero que fue un día, pero aún necesita tiempo y apoyo para saber en qué se convertirá realmente tras la llegada del Tren Maya.