DOHA (Enviado especial) — Ha pasado la mitad de la Copa del Mundo de Qatar 2022. Casi sin darnos cuenta, como muchas cosas buenas de la vida. Ya se disputaron 32 de los 64 partidos en Qatar y, aunque todavía queden casi tres semanas de campeonato, el vértigo de la primera fase ya se llevó un cincuenta por ciento del torneo que esperamos durante más de cuatro años. Cuando nos quisimos acordar, todo se empezó a terminar.

Si hiciéramos el inútil y poco recomendable ejercicio de definir el Mundial con una sola palabra, esa sería «intenso». La enorme mayoría de los encuentros se jugaron con un alto ritmo y tuvieron gran dinámica. Fueron choques parejos y las diferencias entre las potencias de siempre y los seleccionados emergentes se redujeron de forma considerable. Nadie ya gana con los nombres ni con la camiseta, al menos en las primeras fechas.

Pocas goleadas, partidos trabados y disputados y una certeza: los que hacen el gasto tienen premio. Pocas selecciones que salieron a especular triunfaron. Ir al ataque, al menos en momentos puntuales del juego, es lo que ha rendido frutos en los imponentes estadios de Medio Oriente. La capacidad de saber leer las circunstancias y comprender cuándo ir al frente y cuándo ceder la iniciativa ha hecho la diferencia en las primeras dos jornadas de la fase de grupos.

La cantidad de goles ha sido menor a la de Rusia 2018. Llevamos un promedio de 2,53 por encuentro (81 tantos), contra los 2,64 de Rusia (169 en los 64 cotejos). Sin embargo, la eficacia de los delanteros fue mayor, ya que la cantidad de goles esperados fue 77,6, es decir que se ha convertido más de lo que se generó.

¿Por qué es esto? Porque todos están haciendo mejor su trabajo. A los atacantes les cuesta más rematar (15,78 contra 18,89 disparos por partido) pero lo han hecho de forma más certera (32,6 por ciento al arco contra 31,2). También se han generado menos ocasiones de gol (16,15 contra 18,56, lo que explica una mejor preparación defensiva (más recuperaciones, 98,21 contra 97,93) y mejor porcentaje de duelos ganados por defensores (51 contra 48).

La calidad de los pases y la posesión también fue superior en Qatar con respecto a Rusia. Hubo 1324 toques por partido en los 32 encuentros de este torneo, frente a los 1298 del pasado. Además, las posesiones fueron más largas, 25,5 segundos contra 23,8. El porcentaje de efectividad de pases 82,8 contra 82, pero la cantidad de pases en el último tercio bajó, lo que habla de una mejor presión defensiva.

Los números sirven para describir de forma gráfica lo que se ve en la cancha. En esta Copa del Mundo, quedó muy claro que bajar la intensidad puede significar una derrota. Es obligatorio mantener la determinación y la mentalidad durante los 100 minutos. Cualquier desconcentración se paga muy caro. Y esto es justamente por el gran nivel que muestran los jugadores de todas las líneas.

Para hacer un gol hay que hacer muchos méritos y para defender bien también. La disputa principal siempre es el mediocampo, pero en las áreas se definen los resultados. La mayor parte del juego transita entre ambos tercios y los errores tanto en ataque como un defensa son los que mueven los marcadores. No hay espacio para la equivocación.

Ahora llegó el momento de las definiciones. La segunda mitad del Mundial comenzará con la última fecha de la fase de grupos, en la que se terminarán de definir los clasificados a octavos de final. Será cuestión de ver si la presión y los nervios nublan los sentidos o elevan las virtudes. Lo único seguro es que se mantendrá la intensidad y el ritmo de una Copa muy exigente y pareja.