El acceso a la pornografía infantil por medio de las pantallas de redes sociales está descontrolada y sus actores ya no son los clásicos pervertidos. Es necesario probar de manera honesta si somos conscientes del tiempo que usamos al día el celular. Debemos de conocer lo que perdemos de nuestra vida por «estar» frente a una pantalla.
Por Javier H. Contreras O.
Cuando un amigo o familiar nos dice que usamos mucho el celular nos enojamos y regresamos la acusación diciendo que otros o los jóvenes “se mantienen pegados al teléfono” y que ellos sólo lo usan para lo indispensable.
Luego vemos en un restaurante a los comensales pegados a sus pantallas del celular en lugar de estar comiendo o conviviendo y con actitud hipócrita, nos alteramos, pero se nos olvida que es precisamente la imagen que también nosotros ofrecemos en otros lugares o en los mismos restaurantes o reuniones de amigos y familiares.
Nos resistimos a aceptar que pasamos horas al día usando el celular. Argumentamos que sólo son unos segundos para revisar mensajes, que solo un ratito para ver lo que llegó por alguna red social o solo lo vimos para ver el pronóstico de clima, la hora o la agenda del día.
Pero la verdad es otra. Esos segundos suman minutos y varios minutos conforman horas. Y sumando hora tras hora, ya hemos llegado acumular hasta 8 horas que representan la tercera parte del día. Parecería una exageración, pero ya vamos para ocupar la tercera parte de nuestra vida conectados a una herramienta digital o séase, un teléfono celular. La tercera parte de nuestra vida, que no tendrá reposición o regreso, porque el tiempo pasa y no vuelve, la vida avanza y no tiene retorno, la vida pasa y la vida se va. Y ahí se nos está escurriendo la tercera parte de la vida con un teléfono en nuestras manos. Suena patético, pero es real y alarmante.
Si hay alguna duda de esto, todos los teléfonos inteligentes tienen una aplicación para conocer el tiempo de uso de pantalla. En teléfonos Samsung, abra Ajustes y aparece la opción de “Bienestar digital y controles parentales” luego entre en “Tiempo de uso de pantalla” y le informa de las horas y minutos utilizados por día en las diferentes redes sociales. Además, se lo desglosa por horas y minutos en WhatsApp, en Facebook, en Instagram, YouTube, plataformas de películas y otros usos, lo que genera una gráfica por día y por horas. Le notifica qué día usa más la pantalla y en qué horario. En los teléfonos iPhone se abre tiempo de pantalla y también la genera la misma información.
En México, el promedio de uso de internet al día es de ocho horas con siete, que equivale a más de un tercio del día. En Sudáfrica, el promedio de uso diario es de nueve horas y 38 minutos y en Japón es de tres horas con 45 minutos, lo que infieren los investigadores es que los países que pasan más tiempo en el teléfono celular tienden a ser menos productivos.
Esto puede representar que en México nos dedicamos a dormir, trabajar y a usar el celular. Destinamos ocho horas a cada actividad mencionada. A las ocho horas de dormir le robamos horas para navegar internet, a las ocho horas de la jornada laboral le robamos horas para internet. ¿Ha visto en las oficinas públicas y privadas a la gran mayoría de empleados y trabajadores que tiene su teléfono a un lado o lo utilizan ya de manera normal?
¿Y en las escuelas? ¿Ha observado que muchos estudiantes sólo usan su celular para tomar fotos de la explicación del maestro en el pizarrón? ¿Ha visto que en las bancas de los parques, en las calles, en las reuniones familiares, en las parejas, en todos lados se usa el celular?
El país con máximo uso diario de internet es Colombia con nueve horas y su productividad es de 17.7 dólares del PIB por hora trabajada; México: 8.7 horas al día de uso de internet y 21.9 dólares de productividad; en Alemania el uso diario de internet es de 4.4 horas y su productividad se refleja en 80.6 dólares de productividad y Japón con 3.5 horas de uso de internet y 49.2 dólares de productividad.
El estudio de WeAreSocial, revela también que, por plataformas de redes sociales, el uso al mes de TikTok es de 23 horas; YouTube, 23.2 horas al mes; Facebook, 19.4 horas al mes; WhatsApp, 17.5 horas al mes y a Instagram le dedicamos 11.8 horas mensuales.
Volviendo a que el día tiene 24 horas y tradicionalmente lo dividíamos en las tres partes mencionadas de ocho horas cada una, una para dormir o descansar, otro tercio para trabajar, estudiar, producir y la tercer parte para actividades de entretenimiento, deporte, familia, fomentar la cultura y de convivencia familiar.
Sin embargo, millones de personas de varios países han desaparecido de su vida ocho horas que, para ajustar las 24 horas del día, restan horas a las otras actividades: menos sueño y trabajo, menos tiempo para convivir y conversar, menos lectura y deporte, menos diversiones y familia. En total, menos vida.
De la parte de los ocho horas para dormir y que el organismo requiere para reponer energías, la obsesión del celular ha generado un insomnio que, desde la combinación del encierro por la pandemia y redes sociales, sobrevivimos envueltos en un círculo vicioso: no apagamos el celular por las noches y lo tenemos a nuestro lado como compañero de cama, por lo que recibimos radiaciones que alteran el ciclo del sueño. Despertamos por insomnio y nos ponemos a ver el celular a cualquier hora de la noche o de la madrugada. Queremos conciliar el sueño con el causante de nuestro insomnio.
Anteriormente, el promedio diario de tiempo en el celular era de seis horas y 37 minutos, que resultó preocupante porque era una actividad novedosa que hemos incorporado a nuestro tiempo y a nuestras vidas. Ya sea en cualquier dispositivo electrónico como teléfono inteligente, computadora o iPhone, o en alguna de las aplicaciones de redes sociales. Sin darnos cuenta, hemos ido desplazando aficiones, lecturas, práctica de deporte y reuniones con amigos y familiares para entregar nuestro tiempo y parte de nuestras vidas a una pantalla.
Vivimos para las pantallas
Vivimos para las pantallas, la nueva codependencia son las pantallas y entregamos el tiempo a ellas como toda adicción.
Estas cifras ya plantean serias alarmas. Una rebelión se inició en Barcelona, España donde un grupo de padres de familia están exigiendo al gobierno retrasar a los 16 años el acceso de sus hijos a los celulares y otras expresiones más van a pedir la prohibición del uso de celulares en las escuelas.
Hay un alto porcentaje de menores de ambos sexos que, desde los diez años, ya disponen de un celular. Es el regalo anhelado en Navidad o en cumpleaños y con ello se cancela el desarrollo normal de su edad para incorporarlo a un nuevo mundo de adultos. Los cambios se dan directamente en el cerebro. Muchos padres argumentan que es para saber dónde están o para alguna emergencia, pero lo más peligroso está en las propias pantallas que les regalamos. Es el famoso dulce envenenado.
El acceso a la pornografía infantil por medio de redes sociales está descontrolada y sus actores ya no son los clásicos pervertidos o depredadores sexuales de menores, sino el fenómeno empieza a tomar fuerza con menores de 16 años que empiezan a grabar a su novia o a niños y luego los suben a las redes, las comercializan o extorsionan con ese material.
Esto “se ha banalizado y se ve normal” como conducta, pero además el tiempo que se dedica al internet va absorbiendo “el seso” y la vida.
Por eso, hay alarma por la cantidad de tiempo que pasan viendo videos tontos en TikTok y hemos pasado de la teoría de los nativos digitales a la que dice que el “celular fríe el cerebro de los adolescentes” a una velocidad asombrosa.
Por eso, es necesario probar de manera honesta si somos conscientes del tiempo que usamos al día el celular. Debemos de conocer lo que perdemos de nuestra vida por «estar» en internet. Nos vamos a asustar al ver la cantidad de horas al día que pasamos ahí, aunque lo neguemos. La obsesión y compulsión de ver a cada minuto el celular, suma minuto tras minuto y luego horas. Haga la prueba en su celular para empezar por saber en qué medida depende del teléfono.
Empecemos por nosotros mismos, sin hacer aspavientos viendo la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.
En México, la tercera parte del día se usa en las pantallas, la tercera parte de nuestra vida. Alguien nos está robando la vida.
Ya lo dice la famosa frase que el tiempo perdido, lo lloran los santos.