Rusia ha escalado su retórica bélica en las últimas horas, tras sufrir una nueva debacle militar con el hundimiento de su buque insignia en el Mar Negro, amenazando con intensificar los ataques con misiles contra la capital ucraniana, Kiev, y exigiendo a EEUU que deje de asistir a su rival, so pena de enfrenarse a «consecuencias impredecibles».

«El número y el nivel de los ataques con misiles en Kiev aumentará en respuesta a todos los ataques de tipo terrorista y sabotaje que ha llevado a cabo el régimen nacionalista de Kiev en territorio ruso», aseguró el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, a las pocas horas de que la principal urbe ucraniana sufriera una acción de ese tipo.

Según Konashenkov, el objetivo de esa arremetida fue una fábrica de misiles ubicada en las inmediaciones de la capital, algo que confirmaron medios como Afp.

«Es el precio a pagar por la destrucción del Moskva», afirmó Andrii Sizov, un trabajador de la factoría, a la citada agencia.

El menoscabo para el orgullo militar ruso que ha supuesto la desaparición del crucero se suma a las incursiones en su territorio de helicópteros ucranianos y ataques de artillería, que según Moscú dejaron este jueves al menos siete heridos en dos regiones fronterizas.

La sucesión de reveses en el campo de batalla ha llevado a una explosión de declaraciones a cada cuál más disparatada de los propagandistas rusos que copan los medios de los que se nutre la población de ese país, que hoy podían escuchar en sus televisiones llamamientos a «borrar» el mismo nombre -«la simple idea», llegó a decir uno de los tertulianos- de Ucrania, o exigir que se bombardee Kiev y se destruya la red de ferrocarriles ucranianos.

Tras su repliegue de las regiones del entorno de Kiev, la principal opción que tiene Moscú para volver a golpear la principal ciudad ucraniana son los cohetes y la aviación, una alternativa que ha recuperado entre algunos analistas el espectro de otros conflictos en los que las urbes han sufrido el castigo repetido de este tipo de armamento.

El recurso a la utilización de misiles balísticos contra grandes metrópolis no es un hecho inédito en el relato bélico de nuestra era y se convirtió en un clásico de la guerra que enfrentó a Irak e Irán en la década de los ochenta, y después en la Primera Guerra del Golfo, cuando el régimen de Sadam Hussein recurrió a sus Scud para atacar a Israel.

Durante los últimos meses, Arabia Saudí ha sufrido numerosos ataques de este tipo, lanzados por las fuerzas houthis de Yemen.

Los armenios también usaron varios cohetes Scud, Tochka y Smerch contra urbes de Azerbaiyán en lo que se llamó la guerra de los 44 días, que libraron hace dos años. Los misiles armenios alcanzaron la segunda ciudad azerbaiyana, Ganja, matando en una de estas acciones a más de una veintena de residentes y dejando heridos a decenas.

El discurso de la élite rusa y sus propagandistas, cada vez más desquiciado, ha azuzado también la aprehensión tanto en Ucrania como en EEUU sobre la hipótesis de que Moscú recurra al uso de armas nucleares tácticas -devastadoras pero de efectos localizados- o químicas.

En una entrevista difundida en las últimas horas, Oleksii Arestovych, uno de los principales asesores del presidente ucraniano expresaba esos miedos y decía que «el matón (referencia a Putin) ha perdido la cabeza y quiere usar algunas armas nucleares. Al menos existen esos temores. Ha comenzado a enfrentarse al fantasma de la derrota».

Por su parte, el director de la CIA estadounidense, William J. Burns, dijo que «nadie puede tomarse a la ligera la amenaza (del recurso a bombas atómicas)», ya que el desarrollo adverso de la conflagración podría potenciar una «potencial desesperación» de Putin, que le llevaría a recurrir a estos medios extremos, aunque matizó de inmediato que no ha visto «evidencias prácticas» en este sentido.

Las amenazas contra Kiev se producen justo cuando la villa comienza a recuperar poco a poco una semblanza de una precaria normalidad que ha llevado a la reapertura de numerosos negocios. El propio alcalde de la capital, Vitali Klitschko, estimó que en las últimas jornadas han reabierto más de un millar de negocios, 35 mercados y 460 cafeterías, aunque pidió a la población que todavía no vuelva a esta localidad ya que persiste el peligro de una renovada acometida rusa.