A 30 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México, el zapatismo sigue siendo una fuerza significativa en la esfera política y social del país. El movimiento liderado por el Subcomandante Marcos y respaldado por comunidades indígenas de Chiapas ha dejado una huella profunda en la conciencia colectiva y la lucha por los derechos de los pueblos originarios.
A nivel político, el zapatismo ha influido en el reconocimiento de los derechos indígenas y en la inclusión de sus demandas en la agenda gubernamental. Aunque el levantamiento armado inicial de 1994 fue seguido por un cese al fuego y una transición hacia la vía pacífica, el EZLN ha mantenido su presencia como una voz crítica contra las desigualdades sociales, la marginación y las políticas neoliberales.
El legado del zapatismo se manifiesta en la resistencia civil pacífica, la defensa de la autonomía de las comunidades indígenas y la promoción de formas alternativas de organización social. Su enfoque en la participación democrática desde abajo, así como su crítica al modelo económico vigente, sigue resonando en diversos movimientos sociales y en la búsqueda de una mayor justicia y equidad en México.
Sin embargo, a pesar de su influencia duradera, el zapatismo ha enfrentado desafíos y críticas. Algunos señalan que su impacto político ha disminuido con el tiempo, mientras que otros cuestionan su estrategia de acción y su capacidad para generar cambios significativos a nivel nacional.
En resumen, el zapatismo continúa siendo un referente en la lucha por los derechos indígenas, la justicia social y la crítica al sistema político y económico en México.
Su legado trasciende el levantamiento armado de hace tres décadas y sigue siendo una fuerza inspiradora para aquellos que buscan transformaciones sociales profundas y una mayor inclusión de las comunidades marginadas en la vida política y social del país.