El centro acogía a unos 90 vecinos en el momento del ataque, lo que provocó unos 60 desaparecidos y sólo se han confirmado dos muertos.

Ha sido un domingo de sorpresas pero una de ellas trágica. Durante la jornada de hoy, Ucrania tuvo que volver a llorar por las posibles decenas de muertes en una escuela del este del país que hacía las veces de refugio antiaéreo, y que Rusia golpeó. Entretanto, en el otro extremo del país, la primera dama de los EEUU visitó a su homóloga ucraniana. Y Bono, el líder de la conocida banda irlandesa U2, apareció de repente en una estación de metro capitalina y participó en un concierto «por la paz», según sus palabras.

El incombustible músico ha pasado gran parte de su carrera aferrado a causas de toda índole: del recuerdo a las víctimas de Derry en el Domingo Sangriento a la lucha contra la hambruna en África, Paul David Hewson jamás ha dejado de alzar la voz. Hoy lo hizo una vez más. El fatídico himno ‘Sunday Bloody Sunday’, cantado junto con el guitarrista The Edge, sonó particularmente estremecedor bajo las bóvedas de una de las estaciones de metro del centro que han servido de refugio antiaéreo.

«El pueblo de Ucrania no está luchando simplemente por su propia libertad, estáis luchando por todos los que amamos la libertad», bramó Bono durante una de las pausas, y entre aplausos de un reducido público formado por vecinos de la ciudad y miembros de los comités de defensa. Subidos a una tarima, con las escaleras automáticas de fondo, al vocalista y al guitarra se les sumaron artistas locales como Taras Topolya, de la banda Antytila, quien vino del frente y ni tan siquiera se quitó el ropaje militar.

«El presidente Zelenski nos invitó a tocar en Kiev como muestra de solidaridad con el pueblo de Ucrania, y eso es lo que hemos venido a hacer», se explicaron Bono y The Edge a través de un trino, poco después del recital, a media tarde. A esa misma hora, Olena Zelenska y Jill Biden se fundían en un gran abrazo. El encuentro, también inesperado, tuvo lugar en Uzhhorod, una ciudad pegada a la frontera con Eslovaquia.

Fue una sorpresa doble. La esposa de Volodimir Zelenski no había aparecido frente a los medios desde el 24 de febrero pasado, día en que comenzó la invasión rusa. Se desconocía su paradero. Ambas mujeres se saludaron a los pies de una escuela convertida en refugio antiaéreo, en una imagen que evocó el desastre de pocas horas antes en el Donbás. «Comprendemos qué significa para la primera dama de los EEUU venir hasta aquí durante una guerra», declaró Zelenska junto a su invitada.

La visita de la mujer del presidente estadounidense supuso una nueva demostración pública de soporte de la Casa Blanca, que este lunes prevé aprobar una nueva ayuda de 150 millones de dólares en armamento para hacer frente a Rusia. Hace una semana fue la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, quien puso pie en Kiev. Por su parte, este domingo, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se sumó a la peregrinación de líderes ávidos de estrechar la mano de Zelenski.

Aparte de verse con su homólogo y visitar Irpin, una de las zonas de combates alrededor de la capital, Trudeau aprovechó el viaje para volver a izar la bandera de su país en el patio de la embajada, cerca de la famosa plaza del Maidán. Allí se produjeron las últimas sonrisas de otra jornada mayormente trágica. Se teme que 60 personas hayan quedado sepultadas bajo los escombros de una escuela convertida en refugio del pueblo de Bilohorivka, a unos 100 kilómetros de la ciudad de Lugansk, que Rusia controla.

Según explicó al diario The Guardian Serhiy Gaidai, delegado del Gobierno en Lugansk, el centro acogía a unos 90 vecinos en el momento en que una bomba de gran tonelaje cayó sobre la escuela. Provocó unos 60 desaparecidos. «Desafortunadamente, están probablemente muertos», aseguró, «porque el edificio se vino abajo. Además, una bomba no es un misil; su explosión produce temperaturas extremadamente altas». Por el momento, sólo se ha confirmado dos muertos.