Mañana, Claudia Sheinbaum viajará por tierra a Acapulco para supervisar las labores de asistencia a las víctimas de la temporada de huracanes en Guerrero y Oaxaca, según informó Los Ángeles Press.

En cuanto a su primera actividad oficial en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, el cambio más evidente fue la duración. Mientras que bajo el mandato de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, las conferencias superaban las tres horas, hoy, miércoles 2 de octubre, el evento apenas alcanzó una hora con 25 minutos. También se notaron algunos ajustes estéticos, como el predominio del blanco en la decoración.

Sin embargo, en cuanto al contenido, poco cambió. Se continuó con los mismos temas que López Obrador abordó en los últimos días de su gobierno, lo cual incluyó el posicionamiento de Sheinbaum sobre el 56 aniversario de la masacre del 2 de octubre de 1968.

Para marcar la fecha, Sheinbaum promulgó un decreto que se publicará más tarde en el Diario Oficial de la Federación. Ernestina Godoy, ahora consejera jurídica de la Presidencia, presentó los puntos clave del decreto, cuya esencia no difiere de lo que ya se sabía desde 1969. En ese año, Gustavo Díaz Ordaz, entonces presidente, reconoció públicamente su responsabilidad en los hechos de Tlatelolco durante su informe de gobierno del 1 de septiembre.

Aunque el reconocimiento de estos eventos es importante, no se presentó ninguna iniciativa para avanzar más allá de lo que Díaz Ordaz ya había admitido hace más de cinco décadas. Tampoco se mencionaron mecanismos de compensación para los familiares de las víctimas, quienes en muchos casos aún viven.

Además, no hubo referencia a otros eventos similares, como el Jueves de Corpus de 1971 o la masacre en Iguala en 2014, en los que fuerzas militares y policiales también estuvieron involucradas. A pesar de que apenas el lunes, integrantes de la Comisión de la Verdad denunciaron públicamente los obstáculos que enfrentaron durante el gobierno de López Obrador para esclarecer violaciones graves a los derechos humanos cometidas entre 1965 y 1990, no se hizo mención alguna de estos agravios durante la conferencia de hoy.

Este silencio resulta particularmente llamativo en el contexto actual, donde la demanda por verdad y justicia sigue vigente en la sociedad mexicana. Los reclamos de organizaciones y activistas por esclarecer las responsabilidades en violaciones de derechos humanos no han cesado, y muchos esperaban que el nuevo gobierno ofreciera avances significativos en ese sentido.

Sheinbaum, sin embargo, optó por mantener la línea de continuidad con su antecesor, subrayando los logros del pasado sin abrir nuevas rutas hacia una verdadera reconciliación con los capítulos más oscuros de la historia reciente de México. La ausencia de mención a mecanismos concretos de reparación o a un plan de acción para garantizar que tragedias como las de 1968 o Iguala no se repitan, deja a muchos con la sensación de que, en lo esencial, poco ha cambiado.

En este marco, las expectativas puestas sobre la nueva administración empiezan a encontrarse con la realidad de la política de continuidad. El desafío para Sheinbaum radica en cómo balancear la preservación del legado de López Obrador, que se comprometió con los más vulnerables y con la justicia histórica, con la necesidad de ofrecer soluciones palpables y transformadoras que vayan más allá de los gestos simbólicos.

Por lo pronto, la atención de la opinión pública se centrará en su viaje a Acapulco, donde supervisará las labores de emergencia en una de las regiones más afectadas por las tormentas de este año. Este tipo de gestos inmediatos podrían darle un impulso temporal, pero el largo plazo exigirá acciones más profundas y decisiones que demuestren un verdadero compromiso con la justicia y el bienestar de todos los mexicanos. Las víctimas de ayer y hoy, así como sus familias, seguirán esperando por una respuesta más firme y decisiva del gobierno que ahora encabeza.

Este primer evento marca el inicio de un camino que muchos estarán observando de cerca, no solo por lo que Sheinbaum haga en el presente, sino también por cómo gestione las deudas históricas que siguen pendientes en el país.